La polarización estéril de una Venezuela en ruinas

Sigo anclada en Venezuela y por lo tanto, quiero y me es urgente, debatir y profundizar en lo cotidiano, para de allí extraer lo que sirva y avanzar.

La política lo es todo, si nos vamos al concepto griego que nos dice que es el simple accionar de cualquier ciudadano en la “polis” y nos adentramos en temas referidos a la creación de normas para el buen funcionamiento de la sociedad o, en otros términos, para la sana convivencia ciudadana.

Este concepto, originario y que no está desligado de lo que en la praxis sigue siendo la “polis”, nos indica que ser neutral, es también una forma de expresión y una posición que tiene influencia “en la sana convivencia”.

En los años de bonanza de Venezuela la mayoría de los venezolanos optamos por ser neutrales, políticamente hablando. Ciertamente cada quien tenía su corazoncito verde, blanco o rojo (sí ya existían, aunque no como los conocemos ahora), pero pocos asumían el rol de hacer activismo político partidista.

Hoy en día, seguimos siendo neutrales. La diferencia es que ahora poco se habla de los corazones rojos, blanco, verde, azul o del color que se les ocurra. Ahora mientras más lejos estemos del accionar político partidista, más dignos nos sentimos. Y la verdad es que no es un hecho aislado.  Mientras menos se involucren, más fácil es para los que “persisten” dominar a la masa colectiva que somos.

El ejercicio político partidista nunca ha sido fácil, ni antes ni ahora; siempre ha sido una lucha de fortaleza, inteligencia, ética y honestidad, contra tramoya, engaño, deslealtad y egoísmo. Lo segundo quiebra a lo primero y es así como fueron quedando “los más fuertes” pero yo en realidad hablaría de los más despiadados. Recordemos y asimilemos, no hubo domingo sin sábado, no hubo quinta sin cuarta.

En el contexto actual, cuando los ciudadanos de a pie nos enfrentamos con plataformas político partidistas radicalmente opuestas, entre las que no parece haber posibilidad de entendimiento, porque nadie está dispuesto a ceder nada por el bienestar de la mayoría, pero además todos parecen estar cómodos con lo que ocurre porque quieran o no, cada quien tiene su pedacito de la torta, yo diría que lo que corresponde es el surgimiento de una tercera vía.

Unos no sirvieron como gobierno y los otros no sirvieron como oposición y creo que debería decir que nosotros nos servimos como ciudadanos, pero retomando lo que nos incumbe, por qué tendríamos que confiar las riendas del país en quienes no han sabido cumplir con el rol que decidieron asumir.

La tercera vía, o lo que es lo mismo, la ruptura de la estéril polarización política que experimenta el país, es un ideal casi utópico, lo sé, pero es la vía a través de la que podría surgir una propuesta no contaminada con los vicios que nos llevaron a lo que hoy vivimos. La tercera vía es una opción de hacernos corresponsables desde lo individual.

Lo lamentable es que, sin temor a equivocarme, aún no estamos listos. Esa tercera vía requiere una convicción inquebrantable de que no hay que meterse en el lodo para cruzar el charco, sino extraer del lodo lo que aun sirve para darle la vuelta al charco y llegar al otro lado sin ser consumido por el hondo hueco que nos separa de la Venezuela abundante que somos y que nunca debimos entregar a unos pocos, en detrimento del bienestar mayoritario.

Por: María Alejandra Pasarella A. CNP 15.084

 

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