Opinión

“OPERACIÓN LANZA DEL SUR” NO PROTEGE, PERFORA

El 13 de noviembre de 2025, el Secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, anunció la activación de la “Operación Southern Spear” (Lanza del Sur) dirigida por la Fuerza de Tarea Conjunta Lanza del Sur y el Comando del Hemisferio Sur. El supuesto objetivo declarado es “eliminar a los narcoterroristas del hemisferio” y “proteger nuestro vecindario”. Dejando claro que, en su visión, “América Latina no es más que el patio trasero de EEUU”. Esta vieja frase no es retórica, es doctrina imperial.
No es la primera vez que EEUU blande una lanza con el pretexto de proteger. En Irak, en 2003, la “Operación Libertad Iraquí” prometió liberar al pueblo y eliminar armas de destrucción masiva que nunca aparecieron. Lo que sí emergió fue el caos, la ocupación prolongada, torturas, milicias sectarias y el nacimiento de ISIS.
En Libia, en 2011, la “Operación Protector Unificado” se presentó como escudo humanitario. Pero tras el asesinato de Muamar Gadafi, el Estado colapsó, las facciones armadas se multiplicaron y el país se convirtió en corredor de tráfico humano y armas. En ambos casos, la excusa fue proteger, liberar y estabilizar las instituciones. El resultado fue la apropiación de recursos naturales (el petróleo iraquí, los minerales estratégicos libios), el desmembramiento institucional y el caos social.
Estados Unidos ha perfeccionado una fórmula de intervención que se repite con precisión quirúrgica. Se invoca una amenaza global, se despliega fuerza militar, se destruye el tejido institucional y se instala un gobierno complaciente que garantice el acceso irrestricto a los recursos estratégicos. Lo que queda es un país más fracturado, una sociedad más arruinada y se impone una narrativa que criminaliza toda resistencia. No hay reconstrucción, hay ocupación. No hay paz, hay saqueo. Y detrás de cada operación, hay contratos, corporaciones y mapas de extracción que se activan mientras los pueblos lloran sus muertos.
Hoy, la “Southern Spear” (Lanza del Sur) se anuncia como operación antidrogas. Pero el lenguaje utilizado (“narcoterroristas” – “defensa del vecindario”) y el estruendoso despliegue militar en el Caribe sugieren otra cosa. Se percibe, claramente, la intención de una reconfiguración del control hemisférico, una avanzada sobre territorios ricos en petróleo, gas, oro, minerales, biodiversidad y soberanía. Si se repite el patrón Irak-Libia, el desenlace podría incluir la deslegitimación del Estado venezolano, la fragmentación territorial, el surgimiento de actores armados no estatales, el desplazamiento masivo y la desarticulación de la memoria colectiva y territorial porque la lanza que se blande no busca liberar, sino perforar. No viene a proteger, sino a extraer. No reconoce pueblos, sino recursos.
Ante esta reedición del caos, la defensa no es solo militar. Es social, comunicacional y territorial. Evitar el destino de Irak y Libia exige reconstruir la legitimidad interna, fortalecer el tejido institucional y articular una narrativa crítica que desmonte el discurso de salvación externa. América Latina no es un vecindario ajeno. Es un continente de pueblos que recuerdan, que resisten, que reconstruyen. Y si la lanza del norte se aproxima, que encuentre no patios traseros, sino trincheras de conciencia social, fábricas de dignidad y territorios sembrados de soberanía.
Hay lanzas que perforan, pero también hay encuentros sociales que blindan. Hoy más que nunca, urge un “Nuevo Consenso Social” que reintegre lo disperso, que legitime lo popular, que reconstruya lo institucional y unifique el país desde abajo y hacia adentro. Que no se imponga desde portaaviones, sino que emerja desde las asambleas, los sindicatos, las comunidades. Porque la paz no se decreta, se construye. Y la soberanía no se negocia, se defiende.

“Salgo a caminar
Por la cintura cósmica del sur
Piso en la región
Más vegetal del viento y de la luz
Siento al caminar
Toda la piel de América en mi piel
Y anda en mi sangre un río
Que libera en mi voz, su caudal”

Armando Tejada Gómez

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