LA POLÍTICA SIN ÉTICA
A quienes perseveran en la militancia política.
En una sociedad que vive los efectos perversos de la corrupción de los funcionarios públicos, resulta imprescindible comprender la relación particular entre la política y la ética. En un contexto social donde los casos de corrupción adquieren una desproporcionada magnitud y el discurso político invoca castigos ejemplares, la sociedad siente la necesidad de moralizar la política más allá de un “deber ser” como confuso imaginario de dirigentes que se burlan de los principios éticos. Esta realidad demuestra que la política sin ética pierde su fascinante dimensión de servicio público.
La ética podemos interpretarla como esa parte de la filosofía que estudia y valora el comportamiento humano y su relación con la moral como conjunto de normas y valores que regulan la relación social en comunidad. De allí, que toda sociedad funciona en armonía con un código moral que integra diferentes conductas, costumbres y hábitos.
La ética política se circunscribe al desempeño y comportamiento de los funcionarios públicos. Se ha desarrollado como una disciplina de la filosofía dirigida a estudiar la conducta humana y la dinámica social de las personas, organizaciones e instituciones que tienen la responsabilidad de trabajar para los demás. Fueron Platón y Aristóteles, quienes establecieron una relación entre la política como el arte del bien común y la ética como la acción que busca el bien y las relaciones con la moral de quienes cumplen una función pública.
En la ética política prevalecen algunos principios que los funcionarios públicos, los dirigentes y activistas políticos nunca deben olvidar porque, al hacerlo, florecen los elementos perturbadores de la práctica política y la función pública. Los principios de la ética política incluyen: la receptividad, la transparencia, la dignidad, la servicialidad, la responsabilidad, la honestidad y la sensibilidad social. Cuando un funcionario o dirigente político se aleja de esos principios sobreviene el quiebre moral de las instituciones y la sociedad y aparece la desconfianza colectiva.
Desde una perspectiva más compleja, el filósofo argentino Enrique Dussel incluye 3 principios a la ética política: 1°- La Respeto a la vida como principio material universal, 2°- La legitimidad como criterio de validez y reconocimiento social y 3°- La crítica como razón práctica para certificar una ética de la liberación.
En los últimos tiempos se ha impuesto un pragmatismo político que solo da importancia a los resultados sin considerar el medio para alcanzarlos. Aparece, entonces el poder como principal resultado y fin último para alcanzar otros objetivos secundarios. Se está imponiendo así, la máxima atribuida a Nicolás Maquiavelo según la cual “el fin justifica los medios” que permite entender el poder como un fin y no como un medio para la transformación social. De esta manera se puede incurrir en la negación de todo orden ético.
Cuando la tensión política, la crispación, el insulto, las denuncias sobre corrupción y la confrontación se convierten en lo cotidiano y se acepta como normal; es necesario que políticos honestos, apegados a la ética con responsabilidad comiencen a fomentar el dialogo y la concordia para devolverle la estabilidad y tranquilidad a la sociedad. De lo contrario se entenderá que la política y la función pública está controlada por individuos sin ética porque, definitivamente, la política es una ética social.
“La expresión amistad cívica puede parecerles a algunos una ingenuidad o un deseo romántico, tal vez porque el exceso de pragmatismo en la vida política y el olvido de los valores que sostienen las democracias son realidades extendidas y sobre las que poco reflexionamos”.
Miguel Pastorino