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LA DOBLE AGENDA DE DONALD TRUMP

Donald Trump no es un solo un excéntrico magnate que se regocija con desplantes verbales. Ese estereotipo no es suficiente para interpretar el papel de un empresario exitoso que ha roto con los procedimientos convencionales de la política para captar el apoyo de afanosos movimientos conservadores de base popular. Se trata de un hombre que ha logrado el respaldo entusiasta de tecnomagnates y organizaciones de derecha a lo largo y ancho de EEUU. Representa un proyecto político de hegemonía de largo alcance y ha resultado un político tan hábil que su candidatura presidencial se presentó con dos agendas: El “Proyecto 2025” y la “Agenda 47”, ambas elaboradas por gente del Partido Republicano.
La “Agenda 47” ha sido presentada como programa oficial para el gobierno de Donald Trump, aunque en el desarrollo de la campaña electoral también se divulgó el “Proyecto 2025” (Proyecto de Transición Presidencial 2025) que fue elaborado por el tanque de pensamiento “The Foundation Heritage” y ha sido definido como el plan para “La Segunda Revolución Estadounidense”. Donald Trump, aparentemente, se desmarcó de este proyecto porque provocó temores en amplios sectores políticos y académicos por ser caracterizado como una propuesta ultraconservadora y asumió, formalmente, “La Agenda 47” que reconocidos analistas califican como un programa de corte fascista.
Las dos agendas de Donald Trump coinciden en muchos planteamientos, comenzando por darle una orientación política a esta presidencia que permita hacerla más fuerte que la anterior, reducir la influencia del Poder Legislativo sobre el Poder Ejecutivo, la reducción del tamaño del Estado para transferir poder a grupos económicos (eliminando varios Departamentos y Agencias donde incluyen el Departamento de Educación), la desregulación de la actividad económica, eliminar las regulaciones ambientales, suprimir los compromisos del Estado con la educación, disminuir drásticamente los “gastos” en salud pública, transformar el Consejo de Seguridad Nacional y el Consejo Económico Nacional para adaptarlos a los objetivos estratégicos del nuevo gobierno, reforma fiscal para eliminar impuestos corporativos e imponer recortes fiscales y una política de desarrollo energético que permita aumentar la producción de combustibles fósiles y abandonar el “Acuerdo de Paris” sobre cambio climático.
La doble agenda coincide en una política exterior que plantea renegociar los acuerdos comerciales para favorecer los intereses de las transnacionales, impulsar una estrategia denominada “pragmatismo asfixiante” que pretende impulsar el aislamiento de algunos países con el objetivo de reposicionar el dominio de EEUU en regiones claves como: Taiwán, México, Canadá, Panamá y Venezuela donde se plantea una estrategia económica para consolidar la hegemonía estadounidense. Así mismo, la política exterior contempla duras restricciones migratorias con limitaciones de ingreso combinadas con negación de derechos y expulsión de ilegales.
En el caso de Venezuela, los asesores e integrantes del equipo de Donald Trump siguen tratando de resolver el dilema de “máxima presión” con nuevas sanciones o “pragmatismo asfixiante” flexibilizando las sanciones y estableciendo una relación bilateral que le permita sacar más provecho de nuestros recursos petroleros con ventajas que garanticen control político y suministro seguro con precios preferenciales. El Gobierno Nacional ha respondido que aspira una relación de “ganar – ganar” con absoluto respeto de nuestra Independencia y Soberanía.
Desde este 20 de enero, con la juramentación de Donald Trump como presidente de EEUU comienza una política exterior que redefine sus prioridades y objetivos estratégicos. El planteamiento de “la paz a través de la fuerza” se convierte en una advertencia donde queda claro que Donald Trump no es un simple liderazgo excéntrico, sino que representa un proyecto político de hegemonía de largo alcance donde Venezuela aparece como objetivo estratégico.
Sea cuál sea, la definición política hacia nuestro país, esa doble agenda se convierte en una amenaza de sanciones e injerencia que requiere la unidad nacional para enfrentarla.

“Ni perdoné ni olvidé. No tengo cuentas que cobrar, no tengo derecho a odiar a ninguno de mis compatriotas. Así me odien a mí”.

Pepe Mújica

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