GUAYANA Y EL PULSO POLÍTICO DE LA TRANSFORMACIÓN

Desde el asfalto caliente de la troncal 10 hasta las Salas de Autogobierno instaladas en los barrios, se mueven las expectativas del pueblo de Bolívar. No como quien repite una manoseada coreografía electoral, sino como quien tantea el terreno para ensayar una nueva forma de gobernar. Ahora, la pregunta no es si hay transformación, sino qué tipo de transformación se está gestando, y quiénes tienen voz, la confianza y el pulso político para dirigirla.
Con la elección de Yulisbeth García como gobernadora y la victoria del PSUV en 10 de las 11 alcaldías del estado, se reconfigura un cuadro político que convierte a Bolívar en uno de los territorios con mayor alineación institucional del país. Esta configuración abre una ventana de oportunidad para articular políticas públicas con coherencia política e institucional, pero también plantea el riesgo de una gestión sin contrapesos ni interlocutores críticos.
La reconfiguración del cuadro político regional se articula con renovadas expectativas populares ante la posibilidad de una nueva etapa de la Revolución Bolivariana y un liderazgo emergente donde destaca Yulisbeth García como primera mujer electa para gobernar el estado Bolívar. En sus primeros meses, ha desplegado un discurso de “gobierno que resuelve”, con énfasis en asfaltado, asistencia social y activación de organizaciones comunales. Más de 32 mil de toneladas de asfalto en 60 días, 252 Salas de Autogobierno consolidadas y el Plan de Desarrollo Regional Bolívar 2025–2029 que promete una transformación integral en cinco ejes, a saber: Bolívar productivo, humano, seguro, ecosocialista y potencia, alineado con el Plan Nacional de Desarrollo de las 7 Transformaciones (7T).
En Guayana, cualquier proceso de transformación social, político e institucional requiere la presencia estructural de su fuerza laboral. Los trabajadores activos, jubilados y desactivados de las Empresas Básicas (SIDOR, VENALUM, ALCASA, FERROMINERA, BAUXILUM, CARBONORCA, briqueteras, etc.) siguen esperando algo más que el maquillaje de las plantas. La narrativa de la CVG habla de producción sin mencionar a los trabajadores. Se celebra el potencial minero, pero se ignora las expectativas por la recuperación de los derechos laborales y el Estado de Bienestar Social. Los trabajadores no son un accesorio del desarrollo, son su columna vertebral. Sin trabajo no hay producción, aunque aparezcan inversionistas con capital. Los trabajadores siguen esperando un gesto político que reconozca su fuerza transformadora. Sin la participación estructural de los trabajadores cualquier propuesta de transformación corre el riesgo de ser cosmética, vertical, desconectada del alma productiva del estado.
El pulso político de la transformación comienza con un “Nuevo Consenso Social” que convoque y comprometa a trabajadores, productores del campo, emprendedores, consejos comunales, trabajadores culturales, movimientos indígenas, educadores, mineros, mujeres, jóvenes, empresarios y organizaciones comunitarias que conforman el poder popular. Un encuentro que no desconozca la pluralidad, sino que la abrace como motor de cambio. Que no se conforme con administrar, sino que se atreva a imaginar a inventar “¿Inventamos o erramos?”
Bolívar no se transforma solo con pintura y asfalto ni con cifras. Se transforma con encuentros y desencuentros, con la conexión emocional que moviliza la energía popular. Bolívar es fuerza hidroeléctrica, fortaleza productiva, es frontera, es memoria obrera y promesa de futuro. No basta con ganar elecciones si no impregnamos de contenido político a la emoción electoral.
Guayana nunca ha sido vitrina de obediencia, porque perdería su potencia transformadora.
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema”.
César Vallejo
