Fusilamiento de Manuel Carlos Piar: Una muerte estéril y dolorosa para Venezuela
***El General en Jefe de los Ejércitos de Venezuela, Manuel Carlos Piar, fue descrito por el historiador Laureano Villanueva como un hombre que llevaba en las venas sangre de príncipe, en la mente luz del talento y dentro del pecho el corazón de un héroe.
A 206 años de la “Tragedia de Angostura”
Como en toda historia que relate una guerra, no todo es fortunio ni éxito para quienes resultan vencedores. Se dice que la historia la escriben quienes ganan, pero en el caso que a continuación les presento, ha sido la misma historia la encargada de reivindicar lo que grandes escritores e historiadores denominan “La Tragedia de Angostura de 1817, uno de los grandes errores del Libertador Simón Bolívar y uno de los actos inmorales que manchan su carrera luminosa”.
Hoy 16 de octubre de 2023, conmemoramos el 206 aniversario del Fusilamiento del General en Jefe de los Ejércitos de Venezuela, Manuel Carlos Piar, ocurrido en la pared occidental de un templo que para 1817, año en el que fue ejecutado, no había sido terminado de construir y que hoy conocemos como la Catedral de Ciudad Bolívar.
En aquella Plaza Mayor de Angostura murió con gran heroísmo un hombre que no sólo batalló por la libertad de Venezuela, sino que también intentó ocuparse de su ordenamiento político y de comenzar a darle forma de república a un país, que se mantenía en guerra, sin que esto permitiera su avance hacia la verdadera libertad.
Para 1817, año del fusilamiento del Gral Manuel Carlos Piar, la situación para el Jefe Supremo de la República de Venezuela, Simón Bolívar, no era de completo dominio, según explica Tavera Acosta en su libro Anales de Guayana, “para 1817 no se habían olvidado todavía los acontecimientos de 1814, cuando fue Bolívar desconocido hasta por sus mismos parientes en Cumaná, Carúpano y Margarita; no se habían olvidado todavía los sucesos de Ocumare y de Güiria en 1816, que obligaron, por tercera vez a Bolívar a salir fugitivo para el extranjero; no se habían olvidado aún los desastres de Clarines y de la Casa Fuerte, ni lo acontecido en marzo de 1817 que obligaron al Libertador a llegar sólo y desconocido de nuevo por el ejercito patriota hasta el campamento de Piar, a orillas del Orinoco y no habían transcurrido ni seis meses de la rebelión del Congreso de Cariaco, verificado con el propósito de dar fisionomía legal a la nación venezolana y alejar al gobierno lo más posible del personalismo que día tras día, venía acrecentándose en las filas patriotas”.
Según continua explicando Tavera Acosta en su libro Anales de Guayana, para esa época “perdida de la revolución bajo la jefatura de Bolívar, fracasado él mismo tras la primera expedición de Los Cayos, derrotado en Clarines por Jiménez, perdida Barcelona debido a su imprevisión y desconocido, una vez más, por las tropas, natural era que para aquellos meses los pro-hombres militares de la república, con excepción de Piar, no le vieran de nuevo con agrado al frente de la dirección de la guerra; todo lo contrario, aun estaban frescos los recuerdos de los desastres sufridos por el gran caudillo y su desprestigio entre los principales guerreros de la independencia”, pese a todo este escenario, desfavorable a Bolívar “fue Piar el único genio militar que teniendo un ejercito poderoso había permanecido fiel al Libertador, a quien recibió con los brazos abiertos y aclamándole como Jefe Supremo en Guayana, cuando todos le habían vuelto la espalda”.
El origen de la tragedia
Dice la historia que el asunto contra Piar tuvo su inicio en lo que se denomina el Impasse de Güiria, el cual ocurrió el 22 de agosto de 1816 y se produce cuando el General José Francisco Bermúdez, quien al año siguiente seria el sustituto de Piar en Guayana, amenaza al Libertador y desconociendo su autoridad, lo obliga a volver a Los Cayos de San Luis y conjuntamente con Mariño se declaran primer y segundo jefes de Oriente, pasando por encima de los rangos de Bolívar y Piar, situación que luego fue aceptada por Bolívar.
La actitud de Santiago Mariño y de José Francisco Bermúdez no es bien vista por Piar, quien en medio de su molestia y con el fin de libertar a Oriente del dominio español, comienza a ocuparse militarmente de la zona, la cual estaba prácticamente perdida y es cuando se desarrollan los acontecimientos que le condujeron a la victoria de El Juncal el 27 de septiembre de 1816.
Con esta victoria Piar adquiere más renombre del que ya poseía, sus hombres le amaban y respetaban ciegamente. Todo esto produjo malestar en el resto de los oficiales. A lo cual se debe añadir que en medio de la pelea, la historia relata que el carácter arrogante de Piar era irreconocible; de manera que los oficiales que le acompañaron en la Batalla de El Juncal, Gregor Mac Gregor, Judas Tadeo Monagas, Pedro Zaraza y Manuel Cedeño, manifestaron su descontento, por la arrogancia con que el General Piar llegó a tratarles, haciéndolos sentirse subestimados.
Había comenzado la enemistad entre los patriotas. Generales como Anzoátegui, Cedeño, Monagas, Rojas y Zaraza pasan a ser enemigos de Piar, pues ellos estuvieron entre los beneficiados por las acciones de ascensos de Mariño y Bermúdez, que denunciaba Piar ante el Libertador. Finalmente todos se le alejan, excepto Manuel Cedeño, quien sigue bajo su comando, quizás con miras a la venganza posterior.
Con estos acontecimientos ocurridos en Güiria y los manejos de tropas y el prestigio alcanzado en El Juncal, el General Manuel Carlos Piar, se había hecho sentir como un líder en todo el movimiento libertador de Venezuela, al extremo de que muchos llegaron a pensar y también a alimentar la idea, con miras a la rivalidad, de que su autoridad coligaba con la del Libertador Simón Bolívar.
La rivalidad iniciada entre el alto mando militar patriota continua, al tiempo que por su parte Manuel Piar insiste en sitiar Guayana, pese a que a juicio del Libertador, aún no era el momento de actuar en esa provincia.
Es así como, con un ejército de 800 Infantes, 200 Jinetes, y con dos cañones, Piar salió de Barcelona el día 08 de Octubre de 1.816, rumbo a Guayana, llegó hasta Caicara, donde se encontró con Manuel Cedeño, quien se sujeta a sus órdenes y juntos deciden iniciar lo que luego se llamó Campaña de Guayana.
Para esos días, ya Bolívar había vuelto a Venezuela, su presencia puso en alerta a los subalternos de Piar, pues Bolívar no deseaba ocupar Guayana; pero Piar no prestó atención a esto y siguió con su deseo de ocupar Angostura.
Por su parte, a su regreso Bolívar pretende reunir todos los ejércitos dispersos en una gran fuerza militar, conformada por los patriotas de Nueva Granada que andaban por Apure, además de los llaneros de Páez, y los comandados por Cedeño, Monagas, Rojas y Zaraza, incluso las del mismo Piar a quien le indica en la carta donde le hace el llamado “Aún no es tiempo de tomar a Guayana, llegará ese día y con suceso».
Pero Piar piensa distinto y continúa con la campaña de Guayana, además de no ceder a la unificación de los ejércitos. Al contrario, le remite a Bolívar una invitación para que vaya a Guayana a la cual ya considera libre y en efecto, Piar había dejado a los coroneles Teodoro Figueredo y Felipe Martín sitiando a Angostura y se dirigió a las Misiones Capuchinas, de las cuales se apoderó y puso presos a todos los misioneros; el 17 de febrero de 1817 llegó a Upata, tomó el convento de Caruachi, y apresó a 22 capuchinos. Piar organizó el gobierno civil de Guayana con gente de su confianza, ya Angostura estaba en poder de los patriotas; y cuando Piar regresó a la ciudad, encontró al Libertador, quien le reclamó las ocupaciones que estaba haciendo en Guayana; pero Piar no hizo caso a los “chillidos destemplados” de Bolívar, pues ya los triunfos eran innegables.
Es de este modo como, siendo Jefe de Guayana, habiendo logrado la ocupación casi total del territorio, el General Piar se dispone a luchar por San Félix que aún estaba en poder de los realistas a quienes enfrentó el histórico 11 de Abril de 1817 en la Batalla de Chirica, totalmente solo y al mando de oficiales novatos en su mayoría y, además, desconocidos pues Bolívar había cruzado el Orinoco 4 días antes de la decisiva batalla rumbo a Barcelona con 200 hombres y Judas Tadeo Monagas, quien estaba en Guayana, le había retirado todo el apoyo, por orden de Bolívar, quien seguía descontento y en desacuerdo con la campaña emprendida por Piar.
Pese a todo, la Libertad de Guayana estaba a la vista de Piar y aproximadamente a las dos de la tarde del 11 de abril de 1817 se avistaron los dos ejércitos, el realista y el patriota, se hallaban cerca de los pueblos de San Miguel y San Félix. Los realistas eran 1.620 hombres, y los patriotas eran 2.200. La batalla transcurrió casi sin un tiro, pues la pelea fue a bayonetazos y lanzazos. Finalmente, el triunfo fue del ejército patriota al encerrar al enemigo, logrando apresar a 75 jefes realistas. Aquel día, Piar logró la Independencia de Guayana y el dominio total del río Orinoco.
Juicio y fusilamiento
Después de aquella insigne batalla, logrando su principal objetivo y envuelto en una lucha sorda de intrigas y rumores que intentaban ponerlo a rivalizar con Bolívar, Piar, el Jefe de Guayana, decide pedir su pasaporte y retirarse de Guayana y del Ejercito venezolano. El día 30 de Junio de 1817, Simón Bolívar en su condición de Jefe Supremo de la República de Venezuela expide el pasaporte solicitado por Piar en el que señala “Concedo libre y seguro pasaporte al Excmo. General en Jefe Manuel Piar para que pase al lugar que tenga a bien en el territorio de la república o en el extranjero”.
Las intrigas y los rumores continuaron, enemigos de Piar enviaron cartas acusatorias a Bolívar en las que aseguraban de una supuesta sublevación que estaría gestando Piar, quien luego de recibir su pasaporte se había trasladado hasta Upata en búsqueda de su concubina, Mónica Farreras, para disponerse al retiro. Sin embargo, Bolívar solicita a Manuel Cedeño la aprehensión de Piar y éste envía a su edecán, Ramón Machado para intentar persuadirlo, diciéndole que debe ir al cuartel pues hay allí una carta lacrada de Bolívar que es de su interés, Piar, inocente de la trampa tendida, se dispone a ir al cuartel, cuando es interceptado por uno de sus edecanes José Antonio Mina, quien estando al tanto de la verdad lo alertó y es por esta razón que decide huir, provocando que el 5 de agosto de 1817, Simón Bolívar emitiera un Manifiesto en el que señala “El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor”.
Tomando las palabras de Bolívar se inició la búsqueda de Piar por parte de Manuel Cedeño, a quien se le había encomendado su captura, es apresado en Aragua de Maturín el 28 de septiembre de 1817; siendo conducido al cuartel general de Angostura, donde fue sometido a juicio.
El Consejo de Guerra que se le formó, estaba integrado por el almirante Luis Brión (presidente); los generales de brigada Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui; los tenientes coroneles Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde (vocales), todos aserrimos enemigos de Piar.
El general de brigada Carlos Soublette fue el acusador y el teniente coronel Fernando Galindo el defensor, igualmente en ambos casos se trataba de enemigos públicos de Piar. El juicio estuvo viciado por testigos falsos, documentación falsa y una defensa casi inexistente, además de la condenatoria pública, previa al juicio realizada por Bolívar quien, desde antes de su aprehensión ya había declarado “la necesaria muerte” de Piar.
El 15 de octubre de ese mismo año, el Consejo de Guerra sentenció al general Piar a la pena capital por los delitos de insubordinación, deserción, sedición y conspiración. Simón Bolívar, confirmó la sentencia sin degradación del rango militar.
La sentencia se le dio a conocer pocas horas antes de su ejecución y explica Tavera Acosta que al leérsele la sentencia se indignó contra la injusticia que se cometía, por algunos minutos su accionar rayo en la locura, pero luego se calmó y caminó serenamente hacia el lugar en el que se ejecutaría su pena de muerte “con la arrogante gallardía de su valor incontrastable (…) al pasar por el frente de la tropa, comandada por el Tte Cnel Bruno Torres, se quitó el sombrero y saludo la bandera, se sentó en el banquillo y desabrochándose su dormán, exigió a los soldados que apuntaran bien a su corazón, lo ultimo que se le escuchó decir aquel 16 de octubre de 1817, fue “Viva la Patria”.
Aunque no se tiene conocimiento exacto del lugar en el que reposan sus restos, la documentación de la época indica que fue inhumado en un sitio que denominaban El Cardonal, que servía en aquel tiempo de cementerio para menesterosos o personas que no tuvieran familias.
El 16 de Octubre de 1817 fue un día de duelo para la patria, pero hoy la posteridad, haciendo justicia al heroísmo de aquel valiente campeón de nuestras libertades ciudadanas, ha hecho que su nombre lo lleven con orgullo municipios, calles, escuelas, plazas y ciudades, que un monumento que se levantó en San Félix ostente su busto en bronce en homenaje a sus proezas, que parecen legendarias.
Hoy rendimos homenaje a este ilustre Prócer de la Patria, Libertador de Guayana e insigne soldado quien murió como vivió, con el heroísmo a flor de piel.