EL DILEMA DE VOTAR

Jamás se imaginaron los griegos que el sistema de votaciones por ellos inventado sería tan moldeable y adaptado por los gobiernos precisamente a obtener el resultado que se pretendía evitar, que una minoría decidiera por la mayoría. En Éforos de Esparta allá por los 754 A.C se celebran las primeras elecciones populares y democráticas que se tengan conocimiento, todo bajo la normativa de la Constitución de Esparta, pero no eran tan populares porque sólo 247 años después es que se permite a todos los ciudadanos la posibilidad de ocupar cargos públicos bajo la reforma de Clístenes, antes sólo votaban en asambleas populares y como jurados, pero sólo las tres clases más altas de la sociedad podían votar en las elecciones. Resumir las luchas en la historia para lograr el voto de las clases más bajas, los esclavos, las mujeres y las colectividades vulnerables seria material para llenar varios libros y no es el objeto de mi artículo. El mismo va dirigido al análisis de los procesos electorales modernos y en especial al que se celebró ayer en Venezuela que ha generado el mismo interés que un velorio en capilla ardiente. Yo a estas alturas del partido aun no conozco al adversario del candidato oficialista a la alcaldía de mi ciudad, ni he escuchado ni por confusión alguna fanfarria, algarabía, caravana, mitin o parecido que permita saber al menos un contendor del favorito y digo favorito sin complejos porque el que dude que iba a ganar el gobierno no vive en Venezuela, la oposición mayoritaria desde el despojo del triunfo del 28 de Julio pasado decidió abandonar la ruta electoral y no participar en ningún proceso convocado por el gobierno, así la tendencia oficialista arrasó en las elecciones regionales de mayo pasado dejando sólo gobernación a la oposición-aliada para maquillar los resultados. Reportes ajenos al gobierno dan cuenta que la participación no excedió de un 15% aun cuando las cifras oficiales hablaran de un 30 o 40, independientemente de las cifras hay una encuestadora más efectiva como lo son los ojos de los electores y la comparación con otros procesos donde los votantes hacen filas desde la madrugada para depositar su sufragio y pasan algunos largas horas en el proceso, nada de eso se ha visto ni vera en estos procesos, ni siquiera observadores internacionales que puedan avalar sino los resultados al menos la participación. Y se sigue depreciando el proceso electoral, ya no escuchamos a los gestores del CNE afirmar que es el sistema electoral más seguro y confiable del mundo, resultó a la altura de las maquinitas tragamonedas de los casinos, que nunca pierden. El gran temor de algunos sistemas de imponer porcentajes mínimos para la validez de las elecciones, donde debes obtener al menos el 50% para resultar victorioso, el balotaje o segunda vuelta, y muchas otras alternativas que puedan acabar con lo que Jorge Luis Borges llamó un “abuso de la estadística”, donde maquinaciones permiten que una minoría decida por una mayoría. El voto popular debería revisarse, debe llegar el momento en que se exija una formación y preparación mínima para votar, criterios formados, donde no puedan intercambiar tu voto por un bono de miseria o una bolsa de comida, donde se acabe la manipulación populista y las campañas sean intercambio de criterios para el desarrollo y no tarimas de baile y baños de licor. No es un problema local, la mayoría de los países en desarrollo tienen similares problemas, en estos momentos los venezolanos tenemos protagonismo en las próximas elecciones presidenciales chilenas porque su constitución permite el voto extranjero, casi un cuarto de millón de compatriotas podrán participar en las próximas elecciones del 16 de Noviembre y pudiese ser un porcentaje decisivo de continuar el emparejamiento de los dos principales candidatos Jara y Kast con 27% cada uno y un padrón electoral de casi 16 millones de electores, podría ser la diferencia que lleve a alguno de ellos a la Moneda. Chile es uno de sólo cinco países en el mundo permiten el voto extranjero para presidente Uruguay, Ecuador, Malawi y Nueva Zelanda, son los otros, y Venezuela y su gente, para bien o para mal sigue siendo protagonista de este sanatorio mental llamado Latinoamérica.
