DERROTAR LA INCERTIDUMBRE
El cierre del año 2023 generó grandes expectativas sociales y económicas en la población. La flexibilización de las sanciones contra el país y las negociaciones entre el gobierno y factores de oposición, alimentó la esperanza en la reactivación del aparato productivo y la recuperación del Estado de Bienestar Social. Sin embargo, el comienzo del año 2024 con una ausencia absoluta de decisiones para atender los grandes problemas del país, trastoca las expectativas de la población y resurge la incertidumbre, social, económica, política y electoral.
En la sociedad moderna la incertidumbre social puede ser interpretada como la falta de certeza en lo que pueda ocurrir de manera mediata o inmediata. En muchos casos es el resultado de la falta de información precisa y oportuna sobre los hechos y políticas institucionales en desarrollo, lo cual estimula desconfianza e inseguridad en las instituciones. La incertidumbre social no permite distinguir los matices de la realidad que nos rodea y crece cuando la población no recibe respuestas a sus problemas. Se caen las expectativas y surgen inquietudes y ansiedad matizadas con temor por lo que pueda o no ocurrir.
Las expectativas de crecimiento económico del país para el año 2024 pueden convertirse en una ilusión porque la desconfianza en las instituciones genera un considerable nivel de incertidumbre. Economistas y analistas con diferentes visión coinciden en la posibilidad de un crecimiento del PIB que ronda de 9 a 10%, lo cual permitiría contener la contracción económica e iniciar la reactivación de algunos sectores de la economía como el petrolero. La posibilidad de tal crecimiento está sujeta, por un lado, a la flexibilización de las sanciones y la voluntad política para negociar su derogación definitiva. Por otro lado, los problemas estructurales de la economía venezolana requieren la reinstitucionalización del país para recuperar la confianza de la gente y la seguridad de los inversionistas. Es tiempo de repensar nuestra arquitectura financiera y tributaria.
Ahora bien, las expectativas de crecimiento económico para el año 2024 y los logros alcanzados en el 2023 no son percibidas por la población porque no hay una política de inclusión social que garantice la progresiva recuperación del Estado de Bienestar social. El año pasado creció el PIB y la producción petrolera, pero también creció la inflación, la devaluación del bolívar, el comercio informal, la corrupción y la acumulación de capital en pocas manos al lado de una indescriptible caída del poder adquisitivo de la familia venezolana. La congelación de sueldos, salarios, pensiones y jubilaciones es una política de Estado que solo sirve para mantener el control social a través de una injustificada bonificación selectiva del ingreso familiar.
En medio de tantas contradicciones sociales y económicas, se está desarrollando una delicada incertidumbre electoral porque la definición de “escenarios confiables” para las elecciones presidenciales depende de negociaciones que incluyen factores económicos y políticos. Hasta el momento no se ha fijado fecha para tan importante evento. Se habla de elecciones generales o solo presidenciales con el mismo titubeo que se considera la posibilidad de que no se realicen este año. La discusión sobre habilitación o inhabilitación de candidatos ocupa un espacio de nuestra cotidianidad. La incertidumbre de la población frente al venidero proceso electoral está provocando desconfianza y una exacerbada polarización que ya no sirve como estrategia electoral.
Así, el 2024 se nos presenta como un año de amplias expectativas y disminuidas posibilidades para satisfacerlas. Un año que comienza con una incertidumbre económica, social, política, y electoral tan marcada que disminuye las expectativas y las posibilidades de diseñar y planificar políticas institucionales para avanzar hacia la reactivación económica. Las variables a considerar se tornan incontrolables y limitan el alcance de objetivos para un desarrollo sostenible con inclusión social. Finalmente se asoma el riesgo de la improvisación con decisiones intermitentes.
Las expectativas van y vienen, la incertidumbre amenaza y el país reclama políticas públicas que coadyuven a recuperar la confianza en las instituciones. El pueblo trabajador exige una distribución más justa de los ingresos y una política salarial que dignifique el trabajo como factor determinante de la producción.
Tiempo de desechar la improvisación, recuperar la coherencia política, derrotar la incertidumbre, levantar grandes expectativas y aprovechar las posibilidades. Tiempo de renovar la esperanza en la construcción de una patria donde todos podamos vivir con dignidad…
“La muerte del General Domingo A. Sifontes tuvo lugar en El Callao a los 78 años de edad. Estaba acompañado de sus familiares y del buen amigo el Conde Luciano Antonio Gastón Cattáneo Quirín, quien en ese momento le tocaba al fonógrafo un aria de “Tosca” que era de su predilección y de pronto se dio cuenta que se le había quedado dormido para siempre”.
Mario Briceño Iragorry Citado por Horacio Cabrera
Sifontes en su libro “El Abuelo”.