COMIENZA UNA CAMPAÑA ELECTORAL INÉDITA
Los tiempos no dan para pensar o hablar de posible suspensión de las Elecciones Presidenciales, tampoco hay espacio para eliminar candidatos ni tarjetas. Comienza una campaña inédita. Será corta, pero muy intensa. Con una marcada incertidumbre política por lo que viene después del 28 de julio. Todos los candidatos están hablando de cambio. Unos con tímida cautela otros con declarada demagogia. Gane quien gane, la gente espera cambios sociales, políticos y económicos.
La campaña electoral comienza en un contexto económico, social y político muy complejo porque la crisis que estremece al país ha tocado el desempeño institucional con síntomas de ineficiencia, corrupción y un exacerbado burocratismo. El Gobierno Nacional y los voceros del PSUV atribuyen a las sanciones impuestas por EEUU y la Unión Europea la causa exclusiva de la situación crítica que ha vivido la economía nacional con una drástica caída de la producción petrolera y la capacidad productiva de las Empresas Básicas.
La oposición, por su parte, considera que la causa de la crisis descansa exclusivamente en la inconveniencia de un modelo económico que pretendiendo favorecer a la población ha destruido el aparato productivo y plantea como solución, la privatización de todos los sectores de la economía incluyendo la salud, educación y servicios públicos. Un planteamiento abiertamente neoliberal que sustituye el Estado Nación por el mercado. Su estrategia sigue siendo la exigencia de sanciones contra el país y propiciar el aislamiento del mercado internacional para jugar con la profundización de una crisis que perjudica fundamentalmente a la mayoría de la población.
Contradictoriamente, en este contraste de visión del país se refleja una minúscula polarización política que luce vacía y carente de planteamientos para salir de la crisis y avanzar en la recuperación económica. No hay un debate de ideas y propuestas. La confrontación se reduce a un espectáculo de dos caras. Por un lado, masivas movilizaciones que terminan en majestuosos desfiles cual caravana de carnaval con una carismática reina incluida. En contraposición, cadenciosos bailes que invocan una riña de gallos con patarucos y apuestas de por medio.
En medio del espectáculo electoral, crece el descontento popular y la incertidumbre sobre lo que puede ocurrir después del 28 de julio. El pueblo trabajador como conciencia vigilante de la Patria considera que tanto la oposición como el Gobierno Nacional tienen responsabilidad en la destrucción del país porque la corrupción administrativa matizada con la ineficiencia le ha hecho tanto daño a la nación como las terribles sanciones impuestas contra nuestra economía. El desaliento nacional tiene que convertirse en propulsión social para provocar un “Nuevo Consenso Social” que unifique el país alrededor de un Programa para la Recuperación Económica y la Transformación Social. No hay otra alternativa porque sabemos que nadie destruye solo, pero tampoco reconstruye solo. Después del 28 de julio comienza un tiempo de cambios y contradicciones sociales.
Las expectativas de cambio son tan marcadas, evidentes e impostergables que el Presidente de la República, Nicolás Maduro, el día 26 de junio se dirigió al Consejo de Economía Productiva de la Región Occidental para afirmar que “necesitamos un nuevo Estado. Derribar la indolencia, el burocratismo, el estado gestor corrupto, y transformarlo y cambiarlo por un Estado al servicio de la economía, de la gente. ¡Un nuevo estado eficiente, ligero, moderno, avanzado!” Basta agregar que ese nuevo Estado comienza con un “Nuevo Consenso Social” que no excluya a ningún sector de la sociedad.
En este turbio panorama comienza una campaña electoral inédita. Nada está decidido. La polarización no trasciende. Los candidatos prefabricados no encuentran espacio político. El pueblo trabajador mantiene grandes expectativas en medio de una profunda incertidumbre política y social. El país espera que los dirigentes se coloquen a la altura del momento histórico… ¡Amanecerá y veremos!