EditorialNacionales

CLAMOR POR SALARIO DIGNO

Hay un murmullo social que viene creciendo y retumba silenciosamente en todos los rincones del país hasta convertirse en discreto descontento popular. Ese ruido alimenta la tensión social que arropa el país. Son los trabajadores, los asalariados que están sufriendo las consecuencias de una crisis multidimensional que provocaron otros. Es el grito silencioso de la Venezuela trabajadora que reclama un Salario Digno.
El Salario Digno ha sido aceptado y reconocido como un Derecho Humano por la Organización de Naciones Unidas -ONU- que, junto a la Organización Internacional del Trabajo -OIT-, lo ha definido como un salario que garantice al trabajador y su grupo familiar un nivel de vida decente, es decir, que el salario permita satisfacer necesidades básicas como: alimentación, vivienda, salud, educación, vestido y recreación. Eso requiere considerar las particularidades de cada país y reflejar los cambios en el “costo de vida” que conducen a los ajustes periódicos del Salario Digno.
Hay una diferencia sustancial entre Salario Mínimo y Salario Digno, el primero tiene carácter legal de obligatorio cumplimiento y el segundo refleja la política social de cada país con sus implicaciones laborales. La Constitución Bolivariana, en su artículo 91, establece que “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales” dejando claro que, en Venezuela, el Salario Mínimo debe ser digno.
En Venezuela estamos viviendo un estancamiento planificado del Salario Mínimo. Es una política impuesta por los defensores de las tesis del monetarismo que niega cualquier ajuste salarial a fin de frenar el aumento progresivo de la masa de dinero circulante para evitar el incremento de la inflación. Después de 2 años sin ajuste salarial, la inflación sigue galopando, crece el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y la recuperación económica tiene avances de poca trascendencia.
Como parte del Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad se promulgo el Memorándum 2792 que contempla la “suspensión temporal” de los derechos laborales y los beneficios contenidos en las convenciones Colectivas. Esta práctica condujo a una bonificación del salario, práctica que desestimula las expectativas de trabajo y producción.
Se ha roto la relación dialéctica entre el trabajo y el salario. Ya el trabajo no define el salario ni viceversa. Ha disminuido el valor social del trabajo productivo, desaparece la capacidad de ahorro del núcleo familiar y se estanca el crecimiento e integración social y humana de la familia. Sin un trabajo dignamente remunerado se torna más difícil la recuperación económica del país.
Los trabajadores han mantenido la esperanza en que una recuperación de las limitaciones impuestas por las sanciones económicas traiga la recuperación necesaria y sostenible de un Salario Digno, la reactivación de las tablas salariales y los contratos colectivos. Esa esperanza está siendo frustrada por los reiterados hechos de corrupción, el burocratismo y la ineficiencia institucional.
Los trabajadores, como conciencia vigilante de la patria, mantienen vivas sus expectativas y el clamor por un Salario Digno.
Sin un salario digno no hay recuperación económica del aparato productivo.

“¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas de dolores con rejas de esperanzas, de dolores de pueblos con esperanzas de hombres, ¡muerte y pasión de paz, las populares!”
César Vallejo

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