«EL DIAMANTE DE BARRABAS, LO HIZO FAMOSO Y MILLONARIO POR UN DIA»

Por William Flores

Por allá por el año 1988 tuve la oportunidad de conocer personalmente a‘Barrabás’ tenía poco más de 70 años, llevaba sombrero, una camisa casi transparente producto de los años de uso y alpargatas en los pies. Pero a pesar de los años, era un hombre fuerte, fibroso, alto (de casi dos metros) y con la piel curtida por las duras jornadas de la minería a cielo abierto
Este hombre nació como James Hudson en 1917, aunque la mayoría prefería llamarlo Jaime, haciendo la traducción al español. Sin embargo, desde muy joven lo apodaron ‘Barrabás’, como el personaje bíblico que fue salvado de la crucifixión el día que condenaron a Jesucristo, pero nadie sabe a ciencia cierta por qué recibió ese mote.
Sus padres emigraron de Trinidad y Tobago hacia Venezuela.
De esa confluencia de nacionalidades nació un idioma que solo se habla en El Callao y que se conoce como ‘patuá’ (patois).
La mañana del sábado 10 de octubre de 1942, ‘Barrabás’ Hudson y su compañero de faena, conocido como ‘Indio’ Soler, trabajaban en la mina «El Polaco», ubicada a orillas de la carretera que comunica a las poblaciones de Santa Elena de Uairén con Icabarú.
Según el relato del Cronista Américo Fernández ‘Barrabás’ halló el diamante, en una desviación del río Surukun, lavando el material (piedras) desechado por otros mineros. Otra versión recogida en el diario Panorama, cuenta que el minero se topó con el diamante en estado natural, hurgando en un hueco que se forma debajo de un árbol de guama.
Lo cierto es que Hudson, aquel 1942, tenía en sus manos un diamante en bruto que pesaba 155 quilates (31 gramos), hasta el momento, el más grande jamás encontrado en el país. La memoria popular se debate en recordar al diamante como una piedra del tamaño de una cebolla pequeña, un trompo o una pera.
La piedra resultó ser de gran pureza. De inmediato, ‘Barrabás’ Hudson se dio cuenta que sería asediado por estafadores de oficio. Animado por un abogado, el minero emprendió el viaje desde el estado Bolívar hasta Caracas, la capital, a más de 586 kilómetros de distancia.
La idea original de los hombres, era solicitar al Banco Central de Venezuela que resguardara el diamante hasta conocer el valor real. Así, los directivos del banco informaron al presidente Isaías Medina Angarita sobre la llegada del diamante y este insistió en ver la piedra y al minero que la encontró.
James ‘Barrabás’ Hudson visitó el palacio de gobierno de donde se cree que la piedra salió con el nombre de ‘diamante Libertador’, aunque en todo el estado Bolívar la gente ya lo llamaba, como lo sigue haciendo, ‘el diamante Barrabás’.
El monto de la compra, así como la cantidad de dinero recibida por ‘Barrabás’, varían de un relato a otro. Lo único coincidente para las fuentes, es que Winston hizo un gran negocio y Hudson se quedó con una miseria.El día que ‘Barrabás’ Hudson regresó a ‘El Polaco’ según «las malas lenguas»traía en sus manos una pequeña fortuna producto de la venta del diamante,150.000$ aproximadamente para la época. Luego de dos días de farra en prostíbulos de la zona minera y donde se dice que hasta brindó champaña a los amigos, ‘Barrabás’ Hudson estaba como al principio, sin un centavo.
Pasada la resaca, siguió buscando la fortuna en las minas, malviviendo en casas improvisadas con madera o latas, hasta que el cuerpo le dijo que ya no podía con ese trabajo.
A partir de los años 60, se dedicó a gestionar un prostíbulo llamado ‘La Orchila’, en el pueblo de Icabarú. Luego, se mudó a la calle El Dorado de Tumeremo, capital del municipio Sifontes, donde abrió otro negocio al que bautizó ‘La Fortuna’ y en el que vendía cervezas y botellas de ron.
Luego del encontrar el diamante, la vida de James ‘Barrabás’ Hudson no fue la misma. Le invitaban a tragos, a visitar familias, a comer en casa de desconocidos, lo persiguieron periodistas… pero seguía inalterable su clase social.
Otro mito alrededor del ‘Diamante Barrabás’ consiste en asegurar que uno de los tres fragmentos principales de la piedra, habría sido comprado por el actor Richard Burton para obsequiársela a la musa de los ojos violeta, Elizabeth Taylor.
Se dice que la actriz lució la joya en un baile ofrecido en el Principado de Mónaco y que años más tarde vendió el diamante en 3 millones de dolares para donar el dinero a la construcción de un hospital en Botswana. También se asegura que una pieza del diamante Libertador es una de las joyas de la fallecida Reina Isabel ll de Inglaterra.
La historia del más famoso minero de Venezuela acaba el 1 de junio de 1992, en una pequeña casa con paredes de bahareque (barro), techo de palma y piso de tierra, cuando lo sorprende un infarto fulminante en la más completa inopia.

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