¿EXILIO DORADO O FORZADO?
La sorpresiva salida de Edmundo González Urrutia hacia España puede bajar la tensión política, pero acelera la incertidumbre social y económica por sus implicaciones colaterales. Son muchas las dudas que deja este hecho en el ciudadano común y muy complicadas las consecuencias en torno a las relaciones comerciales y diplomáticas. Nada está claro y nos distraemos con escaramuzas políticas que banalizan lo sucedido y dejan a un lado el interés nacional. Una solicitud de asilo que no cumplió los trámites formales y un proceso para definir un exilio que no sabemos si fue forzado o pretende ser dorado.
Los primeros sorprendidos por la partida de Edmundo González son los dirigentes de la oposición, lo cual demuestra su debilidad organizativa. Nadie se movilizó en el país para apoyar, tampoco hubo manifestaciones de solidaridad en España. Todavía los opositores no han comprendido las razones de fondo. Surgieron argumentos y especulaciones de toda índole sobre los elementos que definieron esta salida, aunque prevaleció la intención de evitar la ejecución forzada de la orden de arresto dictada en su contra. Luego aparecerían como justificación de tal decisión, la preservación de la vida y la libertad.
La partida de Edmundo González no resuelve la crisis política porque las dudas sobre los resultados de las Elecciones Presidenciales siguen latentes en la comunidad internacional. Los países han sido muy cautelosos a la hora de reconocer a Edmundo González como presidente por carecer de pruebas convincentes y para no repetir la desastrosa experiencia que vivieron con Juan Guaidó y su corruptela desmedida.
La controversia con España y Países Bajos por el caso de Edmundo González no se resuelve con discursos insultantes ni amenazas de ruptura de Relaciones Diplomáticas y Comerciales. Es necesario contextualizar los hechos y ubicar la solución en el marco de la diplomacia con la audacia necesaria para evitar el riesgo de mayor aislamiento internacional. Los detalles del caso deben ser tratados con la debida precaución, respeto a las normas que rigen las Relaciones Internacionales y defensa de la Soberanía Nacional.
La salida de Edmundo González puede marcar el inicio de la distensión y la normalización del crispado escenario político porque disminuye los intentos de protesta frente a los resultados electorales. Sin embargo, la incertidumbre de la población ante la realidad económica depende de la capacidad y voluntad política para abrir espacio al diálogo y la negociación. Sin diálogo, es imposible la normalización del país. Necesitamos alcanzar un clima de paz y esfuerzo mancomunado para la recuperación económica y la reinstauración del Estado de Bienestar Social.
Las negociaciones entre Venezuela y España para lograr este acuerdo y emitir los “salvoconductos” necesarios no pueden convertirse en la razón fundamental para un debate público. Nadie puede sentirse triunfador por este hecho, ni siquiera José Luis Rodríguez zapatero, quien actuó tras bastidores para acelerar un proceso que terminó con un exilio que nadie puede saber si fue realmente forzado o se trata de una escapatoria para disfrutar de un “exilio dorado” con los privilegios que puede otorgar el Gobierno y la Monarquía de España.
En este difícil momento que vive la patria, no tiene ninguna trascendencia el insulto y la amenaza. En política la arrogancia siempre será muy mala consejera. Es necesario aprovechar la coyuntura para invocar el diálogo y la negociación en beneficio de la nación.