¿QUIÉN GANÓ Y QUIÉN PERDIÓ?
No hay duda, perdió Venezuela y debemos admitirlo con dolor y sin tapujo. La incertidumbre política, social y económica no desapareció con las elecciones. Se agudizó hasta convertirse en peligrosa tensión política y social. El país se impregnó de desconfianza, desaliento y una violencia que puede conducir al caos social. El “Gran Diálogo Nacional” parece postergado indefinidamente y las posibilidades de recuperación económica se estancan en un país dividido con una sociedad fragmentada que se prepara para una nueva ola migratoria. Admitamos sin ambigüedades que perdió Venezuela.
El domingo 28 de julio, Venezuela vivió el fervor democrático de unas Elecciones Presidenciales con una masiva participación. El compromiso y la lealtad con la Patria movilizó a millones de venezolanos dentro y fuera del país. La gente permaneció en los Centros Electorales contra viento y marea. Esa convivencia democrática y la efectiva comunicación a través de las redes sociales nos permite afirmar que la gente sabe lo que pasó el 28 de julio. El pueblo conoce cuál fue su decisión y así quedó grabado en la memoria colectiva.
El Consejo Nacional Electoral con un retraso justificado por un supuesto ataque cibernético presentó unos “resultados irreversibles” sin una clara sustanciación y la respectiva publicación de las Actas de Escrutinio de cada Mesa Electoral. Este anuncio provocó toda suerte de dudas y desconfianza. Una apresurada Acta de Totalización, demasiado frágil para la trascendencia política y social del hecho, aceleró las dudas sobre su imparcialidad. Fue el CNE el organismo responsable de tanta inconsistencia el que provocó la desconfianza absoluta sobre la transparencia e integridad del proceso electoral en lo atinente a los escrutinios y transmisión de datos. Los argumentos de la oposición resultan secundarios ante la suspicacia generalizada.
Una cascada de cuestionamientos surgió de inmediato. Gobiernos de diferentes países, expresidentes, organizaciones internacionales, observadores electorales del mundo, organizaciones políticas y organismos multilaterales exigieron transparencia y presentaron sólidos argumentos para sustentar sus dudas. El organismo electoral nunca respondió y el Presidente de la República, en una singular jugada política, acudió a la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia -TSJ- desplazando al CNE de su responsabilidad y aislando a los adversarios políticos dejó abierta la convocatoria a un reencuentro por la paz nacional.
Se ha dicho que el CNE colocó el país al borde del precipicio al realizar una proclamación sin cumplir los protocolos analógicos y digitales establecidos por la ley y no presentar los resultados debidamente auditados y reconocidos por los testigos de los candidatos y los partidos políticos postulantes. Aunado a ello no presentó el 100% de las Actas de Escrutinio de cada Mesa Electoral, aunque aseguraba tenerlas bajo resguardo. La estadística electoral no es un acto de fe y menos cuando proviene de un ente colegiado que no ha funcionado como tal, se requiere recuperar la Transparencia del Proceso Electoral auditando y publicando acta por acta.
Un Sistema Electoral reconocido mundialmente por su eficacia, transparencia e integridad perdió confianza. La comunidad internacional reclama transparencia para reconocer resultados y el pueblo venezolano que vivió intensamente el Proceso Electoral sabe lo que ocurrió ese día y espera que se despejen dudas y recuperemos la confianza. La memoria colectiva es imborrable.
La violencia de la calle y el escalamiento de la violencia política con sus matices internos y externos se combina con el descontento popular que puede conducirnos al caos social. La cantidad de muertos, heridos, detenidos y procesados judiciales exacerba una ansiedad colectiva y perturba cualquier escenario para el “Diálogo Nacional” y la impostergable reunificación del país.
Se está imponiendo un discurso de intolerancia y persecución política que nos presenta ante la Sociedad Internacional como un país con un profundo déficit democrático y un gobierno que puede perder el reconocimiento a su legitimidad de origen, lo cual se convierte en un serio obstáculo para avanzar en la recuperación económica y la reinserción de Venezuela en el Mercado Internacional.
Es necesario recuperar la transparencia electoral. No hay espacio ni tiempo para la intolerancia, la exclusión, la arrogancia y la prepotencia política. Hasta ahora, perdió Venezuela.
“Unas sociedades de la incertidumbre donde ésta no cesa de extenderse, hasta el punto de traducirse en un incremento del riesgo y una exacerbación de su percepción social, lo que provoca, a su vez, una inseguridad y una sensación de inseguridad creciente, ante todo en el ámbito social”.
Robert Castel
Sociólogo