Luis Vicente León: Aquí no hay más alternativa que negociar
Si la oposición gana las elecciones, su estrategia tendría que ser iniciar una negociación con el gobierno de Maduro para viabilizar ese triunfo.
La revolución tendría seis meses para manejar el país y su control institucional quedaría vigente incluso después del cambio de gobierno, pues mantendría el control de la Asamblea, el TSJ, la Fiscalía y Contraloría, la mayoría de los gobiernos regionales y locales, además de la inmensa burocracia estatal, que no podría reemplazarle sino de manera paulatina.
El triunfo en presidenciales sería apenas el inicio de un difícil y peligroso proceso de transición que no termina en la toma de posesión de enero sino mucho más adelante, en múltiples procesos de cambio institucional, que serían prácticamente imposibles sin lograr acuerdos de convivencia pacífica con el gobierno saliente.
Es sin duda una oportunidad de oro para el cambio en Venezuela, pero solo puede concretarse con un acuerdo de convivencia pacífica y coexistencia. De lo contrario no es posible ni soñar con la reestabilizacion del país.
Si en cambio el gobierno venezolano lograra retener el poder y su estrategia (cualquiera que esta termine siendo) le resulta exitosa, la situación post electoral será también muy compleja para Maduro.
Las posibilidades de rescatar los equilibrios estarían muy comprometidas, pues las posibilidades de recibir un reconocimiento de su triunfo por parte de la oposición son prácticamente inexistentes en este momento.
Pero la estrategia ganadora del gobierno sería reaccionar a su triunfo con una convocatoria inmediata a la negociación con la propia oposición moderada (a la que paradójicamente pertenece EGU) para ofrecer y poner sobre la mesa algunos sacrificios relevantes y creíbles que abran espacios reales de participación política a la oposición en el futuro.
Imagino por ejemplo, que un Maduro ganador tendría que estar dispuesto a liberar presos políticos, a rescatar independencia de los gobiernos regionales y locales cara a sus próximas elecciones e incluso podría negociar algunos cambios institucionales donde la oposición puede tener espacios hacia el futuro.
Esta sería su manera inteligente de reducir los costos de un triunfo que vendrá herido otra vez y queda claro que será más seguro para el ceder después…que antes.
Estoy seguro que nada de esto convencerá a quienes rechazarán cualquier resultado distinto a un triunfo opositor, pero lo que sí me resulta evidente es que podría abrir muchas puertas para preservar negociaciones futuras y dar opciones al fortalecimiento opositor.
En conclusión, salga sapo o salga rana, aquí no hay más alternativa que negociar.