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EL PAÍS DESPUÉS DEL 28 DE JULIO

Las Elecciones Presidenciales siguen su marcha en medio de una creciente incertidumbre que impulsa la polarización y, contradictoriamente, está estimulando un voto emocional. Más allá de los estudios de opinión y encuestas sobre disposición a votar y preferencias electorales hay una sentencia colectiva advirtiendo que después del 28 de julio el país debe cambiar porque gane quien gane es Venezuela necesita cambiar.
Efectivamente, el 28 de julio se ha convertido en el “punto de quiebre” porque el país enfrenta una grave crisis económica que se refleja en desequilibrios micro y macroeconómicos. PDVSA ha sido destruida por los efectos consecutivos de la corrupción y las sanciones que frenan la producción e impiden su libre actuación en el mercado internacional. La parálisis del aparato productivo ha generado una pérdida progresiva de puestos de trabajo que combinada con desacertadas políticas laborales han provocado la destrucción del salario hasta sustituirlo con una envilecedora bonificación del ingreso familiar. El Estado de Bienestar Social ha desaparecido dejando a un lado la Seguridad Social y en franco abandono a los adultos mayores. A este cuadro, es necesario agregar el deterioro de los servicios públicos para concluir que un “nuevo gobierno” está obligado a generar los cambios que espera la población o corremos el riesgo de una crisis de gobernabilidad.
Después del 28 de julio, no hay tiempo para celebrar la derrota del otro o apostar a su fracaso, es necesario convocar un “NUEVO CONSENSO SOCIAL” que permita unificar el país alrededor de un “Programa Mínimo de Recuperación Económica y Reconstrucción Social e Institucional”. Se trata de invocar la cohabitación política para compartir críticas y estimular la cooperación de todos los sectores sociales para hacer viable un proceso de recuperación del aparato productivo y la reconstrucción del Estado de Bienestar Social.
Un “Nuevo Consenso Social” no pretende ignorar el disenso. Tampoco institucionalizar la convivencia de la elite política. Se trata de disminuir la tensión social y política para abrirle paso a un encuentro que posibilite acuerdos para atender los grandes problemas del país con la urgencia y celeridad que demandan. Nadie va a claudicar, enterrar las diferencias políticas o limitar la confrontación. Se trata de abrir un espacio para que los actores políticos, sociales, económicos, culturales y académicos puedan coadyuvar en la estructuración de políticas institucionales para salir de la crisis y avanzar hacía nuevas formas de organización social.
Las expectativas de cambio del venezolano están ancladas al interés nacional. El compromiso de la gente es con el país. No hay ningún liderazgo que se pueda sobreponer a ese marcado interés colectivo que clama por un “Nuevo Consenso Social” para que se imponga la sensatez y comencemos a construir Patria desde una perspectiva distinta.
La sociedad internacional tendría una percepción distinta de nuestra realidad y decaerían drásticamente los argumentos para cualquier tipo de sanciones contra el país y se abrirían las puertas de solidas negociaciones para la recuperación de los activos de la nación ubicados fuera del país y las reservas que permanecen bloqueadas en Inglaterra. Se facilitarían las alianzas estratégicas con el capital transnacional sin arriesgar nuestros activos. Comenzaría una nueva época para Venezuela.
Más allá de la incertidumbre electoral, es necesario que los dirigentes nacionales se coloquen a la altura del momento histórico para pensar en la necesidad de un “Nuevo Consenso Social” para la reconstrucción de la Patria.

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