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ARGENTINA: LA GRIETA DEL PROGRESISMO

La estridencia mediática de Javier Milei derrotó a un peronismo agónico, devenido en ineficiente gobierno progresista. Se estremeció el escenario con el “gran loco suelto”. Ganó la oligarquía rancia y privatizadora, los mismos que hace 40 años asesinaron y desaparecieron miles de ciudadanos para imponer la racionalidad de la dictadura. En Argentina, se abrió una grieta al progresismo de América Latina.
La izquierda de pensamiento denso con un proyecto de transformación económica, social y cultural. Esa corriente del pensamiento que se expresa como un sistema de principios y valores con estructuras organizativas donde se sienten representados los más humildes y la identifican como su espacio de redención y justicia social. Esa izquierda que alimenta los sueños por un mundo donde todos podamos vivir con dignidad se volvió compatible con el gran capital cuando, por voluntad popular, accedió al gobierno. Esa izquierda descafeinada por el poder se edulcoró tanto que se hizo exitosa en políticas neoliberales hasta convertirse en progresista. Ante tal desviación, es imperativo atrincherarse en los principios para seguir transitando hacía una sociedad donde prevalezcan nuevas formas de relaciones humanas.
El triunfo electoral y político de Hugo Chávez inauguró una oleada de victorias en América Latina que Rafael Correa caracterizó como un “cambio de época” y no una simple época de cambios. Fueron tiempos de integración y el inicio de un profundo proceso de cambio político y transformación social. Una revolución cultural que tenía un incalculable apoyo popular y las posibilidades de avanzar hacía una sociedad con profunda justicia social, valores democráticos, humanistas y respeto a los derechos humanos. Esa posibilidad fue traicionada por la imposición de un modelo ambiguo que dejó a un lado los problemas de bienestar social, pobreza, migración y relaciones sociales de producción para atenderlos como si no fueran problemas estructurales de una sociedad en decadencia. Esta metamorfosis provocó un proceso de frustración de las masas, expectativas traicionadas, promesas abandonadas y la imposición del fanatismo y el desafuero como la nueva militancia progresista que mezcla arrogancia con ignorancia. Hoy, los procesos electorales se han convertido en oportunidad de desagravio, venganza y no la posibilidad de reivindicar la esperanza que mantienen las masas. Ya ocurrió en Ecuador y se repite en Argentina en un escenario que presagia un tiempo muy duro para los trabajadores y sectores populares.
El delirio destructivo de Milei derrotó a un Sergio Massa que se presentó como sucesor del presidente con la peor calificación en la historia del peronismo. Un peronismo agotado e insípido ante un candidato pre fabricado para colocar Argentina a los pies de EEUU y el capital transnacional. Se impuso la emocionalidad del algoritmo de las redes sociales en medio de una realidad social trastocada por la ineficiencia de un gobierno sin brújula. Ya, Alberto Fernández y Sergio Massa no sirven como borregos del FMI porque están obligados a coquetear con los BRICS, la gran pesadilla para los intereses imperiales de EEUU y su pretensión hegemónica.
La terrible experiencia en tiempos de Donald Trump, Bolsonaro y el inestable proceso que vive Perú nos permiten aseverar que el odio y el fanatismo se han convertido en instrumentos de mucho valor electoral. La irracionalidad y el odio sustituyen al liberalismo como doctrina de desarrollo económico y libertades individuales, esos postulados resultan inadecuados en una narrativa neoliberal que supo aprovechar el descontento popular, el desasosiego ante una realidad devastadora y la angustia frente a la polarización como nefasta estrategia política.
Un gradual y persistente deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares, los trabajadores y la clase media entregaron el poder a un mamarracho mediático. Ese progresismo, que se parece tanto a los demócratas de EEUU, es responsable de ese accidente de la historia que representa Milei.
El pueblo argentino debe prepararse para resistir tiempos difíciles. Los pueblos de América Latina, y particularmente Venezuela, debemos entender que en Argentina se abrió una grieta al progresismo. Un grieta que nos advierte la necesidad de reivindicar los postulados de la izquierda con su esencia emancipadora, transformadora y democrática para retomar el camino de un verdadero proceso de cambio político y transformación social.

 

“Llamarse de izquierda para luego convertirse
en un adefesio político es extremadamente peligroso para el futuro de cualquier proceso que se precie en llamarse revolucionario”.

Padre Numa Molina

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