LO QUE SOBRA Y LO QUE FALTA A LA CAMPAÑA ELECTORAL

Acudimos a una campaña electoral de mucha trascendencia social y política para el país porque las alcaldías y los concejos municipales son las instancias institucionales más cercanas a la gente. Sin embargo, la campaña se ha convertido en una difusión masiva de frases recicladas, propuestas residuales, retórica vacía y muchas luces con videos impactantes para la política como espectáculo. Lo esencial, el proyecto de transformación económica, social y política sigue ausente del escenario electoral. La construcción del Poder Popular se ha reducido a una consigna obligatoria. La ciudad y su gente como contexto social inmediato de estas elecciones no aparece.
Considerando el momento que vive el país y el preludio de una nueva etapa de la Revolución Bolivariana, esta campaña electoral debería convertirse en el escenario ideal para un debate transparente, respetuoso y democrático sobre los grandes temas de los municipios en el contexto nacional y la trascendencia de un proyecto social y humanista que busca consolidarse con el impulso indetenible del Poder Popular. Esta campaña supone una ofensiva política para ubicar la batalla electoral en el terreno de las ideas con candidatos que tengan argumentos para desarrollar conciencia y compromiso como soporte de la lucha por los cambios políticos y la transformación social necesarios para construir una sociedad donde todos podamos vivir con dignidad.
En Guayana estamos viviendo los efectos de una campaña electoral con discursos que suenan más a guion que a propuestas. Hay una saturación de videos de alta elaboración y disminuidos mensajes. Videos que se multiplican de manera estruendosa, aunque lo esencial siga faltando. Las intervenciones públicas de los candidatos no trascienden, resultan muy básicos. No divulgan los objetivos coyunturales y estratégicos de la Revolución Bolivariana. Siguen desvinculados de los grandes temas y se conforman con repetir consignas sin conocer su contenido. Predomina la pereza intelectual.
En este contradictorio escenario, la oposición no tiene iniciativa ni para hacer ruido y argumentan que su silencio es estratégico dejando clara evidencia de su incapacidad para interpretar la realidad política y social. Sus consecutivas derrotas electorales y políticas los ha dejado vacíos de ideas y pensamiento. Su arraigada costumbre al chanchullo y la tropelía política los lleva al cambio de militancia partidista sin mayores consideraciones, conducta que alimenta la batalla electoral sin ideas.
Una campaña electoral de tanta importancia para el país no puede reducirse a una carrera por aparecer en el escenario convertido en producto para el “marketing electoral”. Lo que está en juego no es una simple victoria electoral, sino la posibilidad de reconstruir y fortalecer la confianza popular y para eso necesitamos fomentar la libre confrontación de ideas, el debate sobre propuestas viables para la ciudad con rutas políticas e institucionales bien definidas.
Es tiempo de dejar a un lado la pirotecnia verbal, reconstruir una verdadera conexión con la ciudadanía, abrir espacio a los saberes comunitarios sin exclusión política para que el discurso político adquiera la dimensión social que necesita para salir de las promesas grandilocuentes sin anclaje a la realidad. Hay un exceso de espectáculo y difusión en redes sociales que solo consiguen “likes” sin propiciar soluciones. No es tiempo de eventos para la foto ni de confundir la repetición con experiencia.
La campaña electoral debería ser el gran escenario para la batalla de las ideas, no un espectáculo de fuegos artificiales. El teatro electoral está lleno, el país sigue esperando.
