Estoy bien y estoy en Venezuela
Debatir entre lo que es verdad y lo que no en Venezuela es llover sobre mojado. Ya todos sabemos que tenemos realidades contrapuestas y que mientras algunos pasan trabajo hereje, hay otros que tienen una vida similar a la de jeques árabes.
Pero se nos olvida que el grueso de la población está en el medio, entre los jeques latinos y los marginados de la historia. Y, aunque usted no lo crea, este grupo es el que más padece, debe lidiar con el juicio del pobre y el juicio de su propia gente, del que se va y del que se queda.
Del que se va, porque para ellos todo el que decide quedarse entra en un estado de “conformismo crónico” y del otro grupo que se queda porque se nos ha implantado el chip que nos impone sufrir “si te quedas tienes que sufrir” no se vale ser feliz y estar bien en Venezuela.
Si te muestras con algo de bienestar vas a generar dos posibles emociones, desconcierto o rabia, mucha rabia. Y pues, para que no se nos odie, optamos por adaptarnos y parecer siempre estar en modo “sobreviviencia”…
Y es que si te preguntan ¿cómo estás? la respuesta más seria es decir “bien, tu sabes, aquí, llevándola, esto no es fácil” y de allí pa´lante el llanten es peculiar cada quien tiene algo de que quejarse, algo que le estropeo el día y algo de lo que quisiera arrepentirse.
Si no entras en el libreto, se te caen los argumentos porque ¿cómo podrías estar bien en Venezuela? ¿Por qué querrías invertir en Venezuela? ¿Cómo es eso que te va bien en el negocio?¿Por qué celebras los cumpleaños? etc etc etc, las preguntas serían interminables.
Estamos mal y es verdad, pero tenemos derecho a sentir bienestar. No está mal decir “estoy bien y estoy en Venezuela” porque problemas hay en todas partes y si se tratara de una vida de ensueño, entonces el lugar no está en este planeta, tendrías que mudarte con Alicia a su pequeño País de Maravillas.
Tampoco se trata de ignorar lo que pasa. Pero ¿cuánto de eso que pasa puedo cambiar? Se trata entonces de ocuparse de lo que si podemos resolver. ¿Qué tal si en vez de querer cambiar al país, convertimos a nuestras empresas y a nuestras familias en el país que queremos?
¿Qué tal si le enseñamos a nuestros hijos todo lo que creemos que está faltando en la sociedad? Y voy más allá ¿por qué anhelamos un país que no somos a lo individual?
Es complejo, lo sé, hay que empezar por alguna parte, daremos un salto cuántico cuando decidamos dejar de ser víctimas, cuando decidamos dejar de juzgar al que anda alegre y optimista y cuando finalmente entendamos que no se trata de un gobierno sino de una idiosincrasia y que el cambio que nos urge es educativo y cultural, tristemente y aunque muchos se revuelquen de desdicha, el hecho gubernamental solo será una consecuencia, mientras tanto podremos cambiar de actores, pero la escena será la misma y sino, métale el ojo a los dos gobierno (al interino y al rojo rojito), Dios nos ha dado tanto que hasta dos gobierno nos dio.
Por: María Alejandra Pasarella