EL ESPECTÁCULO ELECTORAL
Los venezolanos asistimos a una campaña electoral vacía, sin debate ni ideas y reiteradas descalificaciones en medio de una creciente incertidumbre sobre el futuro del país. El debate libre y democrático fue sustituido por el espectáculo que banaliza la política y subestima las expectativas de la población. Las redes sociales sustituyen a las organizaciones políticas y los dirigentes políticos se han convertido en “influencers” cuya aceptación no depende de sus propuestas, sino de la cantidad de “likes” que recibe. Los grandes problemas no importan, el espectáculo electoral debe continuar.
Ahora, los candidatos no hacen campañas con el objetivo de divulgar sus ideas y propuestas para transformar la realidad en beneficio de las grandes mayorías. Las concentraciones populares se han convertido en un montaje diseñado para grabar videos y difundir impactantes o degradantes imágenes que dejan a un lado la racionalidad y la verdad. Los datos son simples números que sirven para definir el marketing cuyo éxito depende de la simplificación de la realidad. El discurso perdió fuerza y la imagen proyecta la mercancía que sustenta el espectáculo.
Hay un desfile de candidatos prefabricados que no le dicen nada al país. Son actores de reparto que pueden servir como “extras” del espectáculo. Hay una polarización vacía de ideas y mensaje. Una polarización inducida que ignora a los candidatos prefabricados y alimenta la incertidumbre social y electoral como umbral de las emociones. A un lado queda la racionalidad que permite interpretar la realidad de un país sumergido en una crisis económica, social e institucional. Un país que exige la concertación de todos los sectores de la sociedad para darle forma y contenido a un “Nuevo Consenso Social”.
Descalificar al oponente con argumentos sólidos o banales, estimular el miedo colectivo y jugar al escándalo social en lugar de presentar propuestas alternativas para la solución de grandes problemas del país se ha convertido en la receta preferida de los candidatos. Poco importa la trascendencia de unas Elecciones Presidenciales que generan en la población amplias expectativas de cambio. Las estrategias electorales se reducen a un espectáculo con impacto publicitario para la mercadotecnia del voto.
Los actores políticos no hablan del “país que tenemos y el país que necesitamos”. Nadie habla de la drástica caída del poder adquisitivo de la familia, de la perdida de los derechos laborales, el deterioro del Estado de Bienestar Social y la bonificación del salario porque no tienen propuestas para construir soluciones o prefieren naufragar en la improvisación. Lo más importante es lo que no se dice o no se puede decir, aunque eso implique negar la realidad.
Hemos dicho y estamos obligados a repetir que, se trata de una campaña atípica en medio de una profunda incertidumbre social que sirve de marco referencial para jugar con las emociones y negar la realidad. Una campaña electoral que no se corresponde con las expectativas de cambio para afrontar la crisis económica, social y política que vive el país. Una campaña que se puede descifrar como un gran espectáculo electoral con escándalos políticos intermitentes para no cansar al público.
El momento histórico reclama que los candidatos asuman el compromiso de atender las expectativas de cambio de la población y concertar acuerdos preelectorales para convocar a la reunificación del país en torno a un programa que conduzca a un “Nuevo Consenso Social” que abra camino a la recuperación económica, social y política. El pueblo trabajador apuesta por el país y no abriga esperanza con el espectáculo electoral.