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NADIE PUEDE CANTAR VICTORIA…

La Elección Presidencial sigue marcada por la incertidumbre sobre el rumbo social, político y económico del país después del 28 de julio. La precampaña se ha reducido a un espectáculo grotesco para jugar con las emociones en medio de la algarabía política y la ausencia de propuestas para atender las expectativas y necesidades de la población. Es una campaña vacía donde todo escenario electoral se torna volátil. Aquí nadie puede cantar victoria.
El escenario electoral cambia con la misma velocidad que circula el rumor en las redes sociales. La posible suspensión de las elecciones, que tanto impregnó la atmosfera política, se diluyó como un murmullo digital. Esa posibilidad se presentó como un escenario muy complicado para el Gobierno Nacional porque puede acelerar una crisis de gobernabilidad y aislamiento internacional que causaría mucho daño al país. Las garantías electorales han cobrado fuerza, aunque impera la confusión.
Un triunfo electoral de Edmundo González Urrutia se presenta como un escenario que provocaría una indescifrable crispación política y una complejidad económica de consecuencias impredecibles. El chavismo seguiría controlando los Poderes Públicos (excepto el Poder Ejecutivo Nacional), Gobernaciones y Alcaldías en medio de inevitables confrontaciones que obligarían a una negociación que conduzca a un Pacto de Gobernabilidad con una “cohabitación inclusiva” o convocar a un “Nuevo Consenso Social” con participación de amplios sectores sociales como garantía de estabilidad democrática. La pretendida transición quedaría descartada y el 28 de julio sería solo un paso en una posible negociación.
El Gobierno Nacional y el PSUV construyen, evalúan y analizan distintos escenarios para consolidar una estrategia que le permita superar dificultades y avanzar hacia su objetivo. Una victoria del chavismo no tendrá el reconocimiento de distintos factores políticos de oposición y recibirá el rechazo de muchos países. La crispación política y la complejidad económica tendrían un efecto de similar intensidad que en el escenario anterior. La sociedad venezolana quedará fracturada. No hay espacio social para un continuismo pasivo y la negociación política aparece como la alternativa más viable para lograr la estabilidad democrática. El país quedará más polarizado, más amenazado y su recuperación económica, social e institucional sugiere un “Nuevo Consenso Social”. En los dos escenarios posibles, la negociación garantiza la estabilidad.
En este momento; la crisis económica, el deterioro del Estado de Bienestar Social, la drástica caída del salario y el descontento popular no significa que la oposición tenga asegurado un triunfo automático. Sus contradicciones políticas y su fragmentación organizativa demuestran la carencia de una estructura unificada con musculatura política para capitalizar lo que puede aglutinar María Corina Machado. La oposición pudiera tener una importante victoria política en medio de una derrota electoral. El triunfalismo siempre paraliza las masas y cultiva derrotas. Nadie puede cantar victoria.
La arrogancia política y el sectarismo del PSUV en mixtura con el burocratismo, la ineficiencia institucional y la corrupción administrativa no ayudan al Presidente de la República tampoco al candidato Nicolás Maduro. Las ventajas que brinda el ejercicio de gobierno no son suficientes para garantizar la victoria electoral. En política nadie debe rendirse antes de tiempo, tampoco cantar victorias adelantadas. Quedan muchas jugadas para consolidar un escenario favorable que quiebre la incertidumbre y le suministre contenido social y político a la campaña. El pueblo trabajador es el gran espectador que observa y valora como conciencia vigilante de la Patria.
Los resultados del 28 de julio se pueden convertir en un determinante catalizador social de la voluntad de cambio del pueblo trabajador y el Gobierno Nacional.

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