Opinión

JUEGOS DE FERIA

Por Claudio Zamora
@claudiozamora06

Desde pequeño me sentí atraído por las ferias, los circos, los gitanos y toda suerte de nomadas que recorrían el mundo llevando diversión y risas a cada pueblo que llegaban. En esos momentos creía que no había futuro más brillante y feliz que vivir en un tráiler, trabajar en una carpa gigantesca y vivir todo el dia rodeado de gente feliz, música y algarabía. Asi como muchos niños sueñan con ser policías, médicos o pilotos, yo soñaba con ser trapecista, domador de fieras, malabarista, menos payaso, no porque lo despreciara, sino por su maquillaje que impide saber quien esta atrás de esa nariz roja y redonda, si había que ser una estrella del espectáculo porque estar de incognito me preguntaba. Mi madre siempre complaciente me llevaba a cuanto circo llegara a la ciudad e incluso a ciudades cercanas, así pude conocer los más conocidos de mi época llegando incluso a llevarme a Caracas con la excusa de visitar a su prima, para que viera el Circo de Moscu o el Soleil no estoy muy seguro, lo cierto era que estaba en el Poliedro. A medida que fui creciendo se me fue disipando mi gusto por la rutina circense, sin embargo siempre me preguntaba como hacían, sobretodo circos de pueblo para volver rentable el espectáculo que duraba, al menos en mi ciudad no más de dos fines de semana, cuando se quedaban más de un mes, un pueblo pequeño agota los interesados en seis funciones, luego debían recurrir a regalar entradas en los barrios, colegios, clubes, esta trampa iba acompañada de la exigencia que las entradas de cortesía por cada dos niños debían ir acompañados de un adulto, que si debía comprar su entrada, y ahí comenzaba el desplume, porque en todo el perímetro del circo no permitían la instalación de vendedores ambulantes, todo lo que se vendia era solamente de la gente del circo y los precios eran una groseria, un agua de la más pequeña cinco dólares, un algodón de azúcar igual, un perro caliente o tequeño siete u ocho y así todo cuadruplicado con respecto a la calle, aparte de las diversiones alternas como muñecos porfiados, argollas en botellas, tiro al blanco, tenazas de peluche y cualquier tipo de diversión que ofreciese premios era una trampa comprobada, el masoquismo de la gente era tal que sabían que los iban a robar, que los muñecos tienen un contrapeso que los hace volver a pararse, las argollas de botellas sólo entran empujadas y con vaselina, los rifles están descalibrados que ni con mira laser das en el blanco y todo es una vulgar estafa. Traigo esto a colación para comparar con los ilusos que participan por la oposición en las próximas elecciones municipales, no tienen gente, plata para la campaña, espacio en los medios y saben que los van a robar, pero una fuerza interior les dice que tienen que participar. No es convicción, es hipnosis. Como en los circos de pueblo. Seguiremos conversando. Claudiozamora06@gmail.com

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