BUROCRATISMO DECADENTE

La burocracia, en lo más simple de la acepción, puede interpretarse como la estructura organizativa de las instituciones para realizar un trabajo administrativo y social en gran escala por funcionarios con responsabilidades y funciones definidas. De allí que la burocracia existe en toda sociedad organizada. La burocracia no constituye un problema en sí, la tragedia comienza cuando el desempeño para el cumplimiento de la función pública o privada es identificado con ineficiencia, ineficacia, papeleo innecesario, demora, “matraqueo”, arbitrariedad, deshonestidad, corrupción e irresponsabilidad. A esa influencia perniciosa en el funcionario público se le llama burocratismo y se asocia con un estrato o casta social que se convierte en un obstáculo para el desarrollo económico, social, político y cultural de cualquier sociedad.
La burocracia alcanza el reconocimiento de una institución social porque incide en las relaciones sociales y dirige procesos administrativos que encarnan un interés colectivo. Es una acepción que merece la categoría de concepto social y humano dado su carácter histórico y sus vínculos con las tradiciones, costumbres, valores, leyes y por supuesto con la gente.
Más allá de las consideraciones teóricas de Lenin y Trotsky sobre la burocratización de la revolución rusa, el Ché Guevara en torno a la revolución cubana y Max Weber quien la interpretó como una racionalidad de la sociedad capitalista; es necesario comprender que hoy, el burocratismo se presenta como un cáncer que carcome la estructura del Estado al corroer las instituciones públicas y su funcionamiento. El burocratismo tiende a convertirse en un problema de gobernabilidad dada la ineficiencia destructora y la corrupción de los funcionarios públicos a todos los niveles.
En nuestro caso, se ha desarrollado un burocratismo con actitudes decadentes y desafiantes que ha consagrado la ineficiencia de las instituciones con una desmesurada lentitud e ineficacia de los procedimientos administrativos. Un desempeño que incrementa los costos y despilfarra en gastos injustificados. Ese burocratismo deshumaniza la función pública y fomenta la insensibilidad social hasta convertir a los funcionarios públicos en obedientes empleados que se limitan a cumplir órdenes superiores sin valorar su trascendencia social.
Se ha desarrollado una “Cultura del Burocratismo” que se propaga a distintas formas de organización y afecta a toda la sociedad. Es el comportamiento habitual de funcionarios públicos, dirigentes políticos, empresarios y líderes de organizaciones comunales, sindicales y deportivas. Esto genera un alto costo social y financiero para las instituciones, los ciudadanos y la sociedad en general. Es allí donde surge la percepción de que nada funciona y el despilfarro se convierte en dispendio y ostentación.
Se tiende a personalizar la función pública porque el empleado público considera que cuando atiende a un ciudadano éste debe agradecer la atención prestada porque el Estado, la ley ni el deber lo obligan a ofrecer tal servicio y solo su voluntad y discreción son la razón para cumplir una determinada atención. Esta deformación ha llevado al nacimiento de los “feudos institucionales” y espacios públicos reservados para el amiguismo, el compadrazgo y el compañerismo.
Para derrotar el burocratismo es imprescindible realizar cambios profundos en las instituciones, valorar la formación, reivindicar el mérito, castigar la corrupción y establecer procedimientos en función de las necesidades de los ciudadanos y no para la preservación de cargos y prebendas. El burocratismo decadente se ha convertido en un enorme obstáculo para el funcionamiento de las instituciones y el cumplimiento de objetivos en cualquier proyecto o Plan de Desarrollo Nacional.

 

“Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de la igualdad».
Pepe Mújica
“Honor y gloria a quien honor merece”

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