…EL DESGASTE DE LA OPOSICIÓN Y EL CHAVISMO

La campaña electoral, con todos sus bemoles, está desnudando el desgaste político tanto del chavismo como de la oposición. No se trata de un simple deterioro electoral, es un agotamiento político que se refleja en organizaciones y dirigentes que no le transmiten nada a la población. Más allá de sus posibilidades electorales, la oposición venezolana está políticamente colapsada y el chavismo comienza a sentir un irremediable desgaste político que los sumerge en una campaña electoral sin contenido.
Este agotamiento pudiera interpretarse como resultado de un proceso de crisis del partido político ideológico de masas o cuadros frente al surgimiento del partido financiero con marketing electoral que los convierte en “franquicias electorales” donde se desprecia lo ideológico, la disciplina militante, el apego a los principios y valores sociales. Ya los partidos políticos no son instrumentos de mediación entre la sociedad y el Estado. Tampoco son reflejo de la pluralidad ideológica que debe prevalecer en toda sociedad democrática. Los partidos modernos, con su militancia prepagada, son franquicias cuya fuerza está en su presencia en las redes sociales y manejo de las plataformas digitales.


En el caso venezolano, los partidos tradicionales asisten a su última aventura electoral y luego vendrá la subasta de los bienes. Acción Democrática está tan agotada como organización política que es dirigida por un militante de tercera categoría y un candidato presidencial cuya mayor iniciativa es brincar charcos para identificarse con CAP. COPEI hace mucho tiempo dejó de existir sus dirigentes ya subastaron los bienes y ahora se cobijan en organizaciones internacionales para sobrevivir financieramente. La Causa R se divorció de los postulados de Maneiro para postrarse ante la decadente CTV que tanto combatió y se redujo a una franquicia de baja categoría.
Los partidos de oposición emergentes como Primero Justicia, Voluntad Popular, Alianza Progresista. Alianza Vecinal y todos los que surgieron por imperativa necesidad de tal o cual dirigente político son solo franquicias electorales. Estas organizaciones entran en lo que Max Weber definió como los “patrocinadores de cargos” cuyo objetivo es llevar a sus líderes a cargos públicos para que se conviertan en distribuidores de puestos burocráticos. Son franquicias para la negociación indiscriminada que el capital transnacional suele financiar para conseguir la protección del Estado para sus inversiones y colocar o tumbar gobiernos cuando atenten contra sus intereses.


Esa oposición que durante los últimos 20 años ha recorrido todos los atajos inconstitucionales para acceder al poder. Que deambuló por el mundo pidiendo la intervención e injerencia extranjera y fomentó la aplicación de sanciones contra el país. Esa oposición que vive a expensas del financiamiento internacional, hoy está agotada. Colapsó y se presenta fragmentada por sus contradicciones internas. Sus dirigentes más notables son utilizados para jugar a la negociación y al mismo tiempo entregarse, por pedacitos, a los designios del Gobierno Nacional. Contradictoriamente, una parte de esa oposición decidió transitar la “ruta electoral” y cabalga sobre la crisis del país y el descontento popular con una amplia posibilidad de ganar las elecciones presidenciales con un candidato improvisado que se presenta como un enigma electoral. Sin obviar las posibilidades electorales, su agotamiento político es evidente. Esa oposición no tiene discurso ni proyecto.
En la otra parte, el chavismo como expresión política del cambio estructural de la sociedad con el novedoso planteamiento del Socialismo del Siglo XXI y un programa de transformación social que impactó hasta la comunidad internacional. Ese movimiento político innovador, esperanzador con una fuerza popular creciente, hoy luce desgastado políticamente y electoralmente disminuido. No tiene la fuerza de otros tiempos. Los planteamientos de Chávez fueron enterrados. Sus herederos despilfarraron la herencia y sucumbieron a la ostentación y la riqueza rápida. La corrupción y la ineficiencia administrativa destruyó las instituciones y utilizan el argumento de las sanciones y la agresión imperial para justificar el desastre nacional. El chavismo sufre el desgaste de un prolongado ejercicio de gobierno con marcada deficiencia en lo administrativo y un gran déficit democrático.
El PSUV se convirtió en una maquinaria electoral que utilizó las ventajas del poder para sustentar victorias electorales. Una organización conformada por funcionarios públicos, sin compromiso ideológico, que actúan bajo presión para rellenar multitudes y alentar supuesta fortaleza popular. El PSUV convirtió al Polo Patriótico en un club de mandaderos que se reúne en tiempo electoral para mendigar una cuota mínima en el reparto burocrático.
El agotamiento político y colapso organizativo de la oposición es evidente y el desgaste político y las contradicciones ideológicas del chavismo es innegable. Esa realidad de las organizaciones políticas se convierte en el caldo de cultivo de una campaña electoral sin contenido social con más incertidumbre que certezas para el país.
Ante el colapso y el desgaste político de los protagonistas, el preludio de los cambios viene avanzando contra viento y marea.

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