VENEZUELA EN UNA ENCRUCIJADA DEFINIDA

La presión de EEUU está limitando cualquier posibilidad de negociación y se ha convertido en una escalada bélica abierta y unilateral. El abusivo anuncio de Donald Trump, pretendiendo cerrar el espacio aéreo venezolano y planteando acciones de corte violento, cercena la posibilidad de diálogo y profundiza la incertidumbre social, política y económica que vive el país.
La inmediata respuesta del gobierno venezolano, reafirma la soberanía frente a estas amenazas externas, pero el tablero ya no admite múltiples lecturas. Los escenarios de negociación forzada, resistencia prolongada o combinación de coerción y diálogo están desapareciendo. Lo que se impone es un escenario casi definido de agresión y escalamiento, donde la presión bélica busca quebrar la institucionalidad y desgastar psicológicamente a la población.
Las consecuencias inmediatas que se buscan con esta declaración es golpear en el terreno económico y político. Un eventual cierre aéreo limitaría el comercio, encarece la logística y afecta la conectividad internacional, generando un impacto directo en importaciones, exportaciones y movilidad de personas. La incertidumbre acelera la inflación y frena la recuperación del aparato productivo, mientras el riesgo país se dispararía y las inversiones se alejarían. Al mismo tiempo, la amenaza de acciones violentas refuerza el aislamiento financiero y comercial, consolidando un bloqueo que golpea la banca, el comercio y la confianza empresarial.
En el plano político regional, esta acción unilateral pretende crear un precedente de intervención que desestabiliza al Caribe y Sudamérica, obligando a gobiernos vecinos y organismos multilaterales a posicionarse en un mapa cada vez más polarizado. La confrontación entre proyectos soberanos y la injerencia externa se intensifica, mientras la población venezolana enfrenta un aumento del desgaste emocional y la ansiedad colectiva, al percibir que la agresión externa se convierte en escalamiento bélico indefinido y no en una amenaza abstracta.
Detrás de esta ofensiva se revela la evidente intención de Estados Unidos de retomar el control hemisférico, comenzando por el petróleo venezolano. La escalada bélica no solo busca quebrar la institucionalidad política, sino también asegurar el dominio sobre los recursos estratégicos de la región, reinstalando un patrón de dependencia que amenaza la soberanía energética y económica de América Latina.
En este nuevo contexto, la defensa de la Soberanía Nacional no es una consigna, sino una necesidad vital. La conciencia colectiva resiste, la soberanía se afirma y el pueblo se convierte en juez silencioso de un desenlace que ya no admite ambigüedades. La paz y la legitimidad institucional no son concesiones, son el único camino para reconstruir Venezuela desde sus raíces frente a la agresión externa. El pueblo, entre la angustia y la esperanza, se levanta como un río indetenible que no se deja encerrar ni bloquear. La patria se defiende con unidad popular y conciencia colectiva, pero también con la fuerza combativa de un pueblo que no se rinde y que convierte cada agresión en motivo de resistencia.

