SUFRIENDO POR OTROS

Hay un proverbio chino que expresa “Ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir”, el verdadero sentido es que por desear con tanta vehemencia algo, puede ser contrario a lo que en principio se deseaba, el caso de Donald Trump es quizás el más ejemplarizante para demostrar que el discurso de campaña de lucha sin cuartel contra la inmigración ilegal que tan buenos dividendos le dio para llegar a la casa blanca, hoy entre otras medidas impopulares le dan el índice de aprobación más bajo en sus primeros cien días de gobierno de los últimos 80 años, entre un 57% y un 67% de los encuestados desaprueban las principales políticas aplicadas entre las que se cuentan las económicas, el respeto a las instituciones, relaciones internacionales, control de precios, recuperación económica entre los más resaltantes, sólo esta semana agudizo las amenazas contra los países Brics intimida a Brasil con aranceles del 50% sin tomar en cuenta que la guerra arancelaria no dejaría ganadores indemnes, de un sólo golpe aumentaría los precios de los alimentos en Estados Unidos mayor consumidor de café del mundo del cual un tercio es suministrado por el Gigante del Sur, más de la mitad del jugo de naranja, azúcar, carne de res, etanol, petróleo crudo, hierro, acero, pasta de papel, aviones y muchos otros productos. La guerra comercial sabe Trump es más retorica que real, pero en lo que a nosotros respecta hay una situación que nos mantiene en vilo y nos obliga a ponernos momentáneamente y muy a nuestro pesar del lado del gobierno en la defensa de nuestros connacionales. Las deportaciones de venezolanos a terceros países constituye una grosera violación a los derechos humanos y un flagelo directo a los deportados como a su familia que luce impotente para la protección y asistencia de sus familiares. Quienes tenemos hijos fuera del país vivimos con ese escalofrió que recorre todo el cuerpo cada vez que recibimos una llamada de nuestros seres queridos, si estar preso en Venezuela o en cualquier parte del mundo constituye una desgracia, imagínense en un país extraño. Donde nuestro familiar fue encarcelado sin ningún procedimiento, sin el mínimo derecho a una defensa judicial, a demostrar su inocencia, por motivos tan banales como llevar tatuajes, máxime que la mayoría de mis hijos tiene la piel estampada como yo, que llegué a tener una tienda de decoración corporal donde tatuamos cientos de personas y perforamos con piercings y otros accesorios a otra gran cantidad de amantes de esas artes. Testimonios directos me han confirmado esa especie que pensé era exagerada, pero cuando realicé el seguimiento del caso de Kilmar Abrego García un ciudadano Salvadoreño con status de protección temporal que fue deportado por error desde Maryland a la cárcel de máxima seguridad muy a pesar de la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos que ordenaba al gobierno de Bukele facilitar su regreso. Lo más cumbre es que ambos gobiernos reconocen el error administrativo en que incurrieron en este caso y ni así son capaces de enmendarlo. Como defensor de los Derechos Humanos estoy totalmente solidario con los familiares de los detenidos, sin prejuzgar sobre su culpabilidad hay un principio superior que les permite ser juzgados y condenados en su país de origen, donde la menos se les pueda llevar unas pastillas en caso de enfermedad o una comida el día de visita. “Quien tiene un hijo, tiene todos los hijos del mundo, ….todos los miedos del mundo” recuerda el poeta Cumanés Andrés Eloy. A veces nos toca sufrir por otros, o quizás por nosotros mismos. Seguiremos conversando. Claudiozamora06@gmail.com